Sufrieron y resistieron, como sólo ellos saben hacerlo, pero al final, la victoria fue suya, como en el pasado, como en el presente. Y el pueblo ruso salió a las calles de Moscú y en cada rincón de la Gran Madre Patria, para celebrar la hombrada de once valientes, encabezados por su arquero Igor Akinfeev, que resistieron a pie firme, sin conceder absolutamente nada en una batalla a vencer o morir, el asedio español. Fue un partido de futbol, sólo un partido de futbol dirían los menos interesados, pero capaz de provocar una linda locura colectiva. Ojalá que el sueño no termine nunca.
