El presidente argentino, Javier Milei, sorprende al país al anunciar una devaluación del 50% del peso, acompañada de recortes masivos en el gasto público. La obra pública queda paralizada, los subsidios al transporte y energía se reducen, y la publicidad oficial se suspende por un año.
La medida busca recortar unos 20.000 millones de dólares del gasto público, equivalente al 5% del PIB. El tipo de cambio oficial se dispara de 400 a 800 pesos por dólar, desechando restricciones anteriores. Sin embargo, la brecha con cotizaciones alternativas que superan los mil pesos por dólar crea incertidumbre en los mercados.
La liberalización económica sin un plan para contener la escalada de precios genera preocupación. Sectores como la construcción esperan conocer el nuevo valor del dólar oficial antes de reanudar actividades. Mientras algunos aplauden las medidas, otros cuestionan la inexperiencia del Gobierno y la falta de coordinación en la comunicación.
El Fondo Monetario Internacional respalda las acciones, destacando su enfoque en mejorar las finanzas públicas y estabilizar el régimen cambiario. Aunque el Gobierno promete mantener ayudas a los más necesitados, se prevé un impacto económico negativo con aumento de la inflación, la indigencia y la pobreza.
Mientras tanto, en un cambio de postura abrupto, Milei busca recomponer la relación con China para obtener divisas urgentes y enfrentar vencimientos de deuda por 44.000 millones de dólares con el FMI. La necesidad de dólares y la promesa de «no tener vínculos con países comunistas» se ven desafiadas en medio de la crisis económica.