El miércoles, la ciudad ucraniana de Odesa fue el blanco de un ataque de drones por parte del Ejército ruso. Uno de los drones impactó aproximadamente a 150 metros de donde se encontraban el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y el primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis. La explosión resultante no hirió a ninguno de los líderes, aunque sí causó la muerte de cinco civiles y dejó a varios otros heridos.
El incidente ocurrió mientras Zelenski le mostraba a Mitsotakis el puerto de Odesa. La televisión privada SKAI confirmó que un proyectil enviado desde Rusia explotó a poca distancia de los líderes. En respuesta a la experiencia, Mitsotakis afirmó: “Escuchamos el sonido de sirenas y explosiones que estaban muy cerca de nosotros. No tuvimos tiempo de ir a un lugar seguro, es una experiencia muy impresionante”. Zelenski, por su parte, condenó a Rusia por el ataque, sugiriendo que la indiferencia de Rusia hacia la presencia de «invitados militares, civiles e internacionales» en Ucrania evidenciaba una falta de control o de cordura.
El Ministerio de Defensa de Rusia ha justificado el ataque argumentando que su objetivo era un hangar en la zona del puerto industrial de Odesa, donde Ucrania supuestamente estaba preparando barcos de combate no tripulados. Los rusos afirmaron que el objetivo del ataque fue alcanzado y que el «objeto» fue destruido.
Este no es el primer ataque de este tipo contra Odesa por parte de Rusia. El sábado pasado, la ciudad fue el blanco de un ataque de drones que impactó un edificio residencial y resultó en la muerte de 12 civiles, incluyendo cinco niños.
Este suceso se da en el contexto de la continuada y creciente tensión entre Ucrania y Rusia, que ha estado en conflicto desde 2014 cuando Rusia anexó Crimea, una región que hasta entonces formaba parte de Ucrania. Desde entonces, las hostilidades han continuado, con frecuentes enfrentamientos y disputas territoriales. Este último ataque subraya la creciente agresividad de Rusia y la precariedad de la situación en Ucrania.