«Una agenda bastante acelerada es la que enfrento cada día en el Gobierno de mi esposo, el Dr. Manuel Antonio Pineda Domínguez, y lo hago con bastante agrado; ya que, por una razón incuestionable, Dios me puso al frente del organismo más noble del Municipio y aquí estoy: Tratando de servir con toda mi alma a quienes requieren de mi ayuda.
Repartir los recursos que tengo bajo mi responsabilidad no es tarea difícil; lo verdaderamente doloroso, es ir analizando y conociendo las historias de cada ciudadano o familia; situaciones y vivencias que me han llegado a partir el alma.
Durante todo este tiempo he mantenido un contacto muy cercano con los rostros afligidos, con el llanto acongojado de mis rosarenses, que muchas veces están atrapados en las condiciones que la vida les ha marcado por alguna desafortunada circunstancia. En ocasiones, tengo que guardar silencio, pues no estoy aquí para opinar ni juzgar, sino para tender mi mano en el intento insistente de mitigar el dolor ajeno.
La institución que represento, hoy me llevó al Centro de Rehabilitación de Jóvenes que intentan controlar el consumo de las drogas y el alcohol; me sorprende este enigma que vence a nuestra juventud en el engaño de sentirse bien ante el uso de productos que dañan su salud, y en algunos casos, los conduce a la muerte.
Yo acudo a ellos para dejarles mi entusiasmo por la vida. Mi deber es contagiarlos de esperanza y de ilusión para que se esfuercen un poco más y puedan salir sanos a abrazarse con su familia. Pero he de admitir que, como ser humano, me entristezco de sus condiciones y de sus tantas necesidades, en medio de su evidente esfuerzo, para salir de esos ciclos empantanados y grises.
Lo único y lo más importante que deseo expresar con TODO MI CORAZÓN, para estos jóvenes que luchan día y noche por librarse de las cadenas de esta enfermedad, es que NO ESTÁN SOLOS; Dios, Nuestro Señor y una servidora, siempre estaremos aquí para fortalecer sus admirables intentos».