Por: Juan B. Ordorica (@juanordorica)
Dos años después de funciones y temporadas intermitentes el circo se va de la ciudad. Ya no veremos más a los payasos, magos, trapecistas, equilibristas, domadores y animales que hacían las delicias de chicos y grandes en la carpa del Congreso del Estado. La peor legislatura de la cual se tenga historia en Sinaloa se fue. Ya no más.
El circo de la LXII legislatura dejará de presentarse martes y jueves. Pero sus funciones fueron espectaculares. Para la posteridad queda las presentaciones del maestro de ceremonias circense: Roberto Cruz. El manejo que tuvo de las tres pistas fue sublime. Los payasos de tres colores jamás pudieron superar a su presentador. La primera temporada fue exclusiva de él. Ningún otro artista tuvo ese tamaño de éxito en los performances. Lo intentaron, pero fallaron; el abucheo del público no se hizo esperar.
La pareja de equilibristas, Tirado y Cholet, se rompieron la pierna en la primera función. Cholet tuvo que aceptar que sus maromas no fueron suficientes para salvar a su hija de las delicias del presupuesto y Tirado quedó enredada por los cables del tercer piso. El número de ambas fue de los peores calificados por la audiencia. Tuvieron que salir del escenario en muchas ocasiones por la rechifla y tomatazos (en sentido literal) del público.
El experimentado domador, Corrales Burgueño, fue víctima de sus propios latigazos. Su show ya estaba muy anticuado para el gusto de las nuevas audiencias; su frustración era evidente. Sus famélicos felinos ya no espantaban a nadie. Tuvo que entrar a sustituir al maestro de ceremonias original y quedar encargado del circo por la segunda temporada. Las funciones fueron más rutinarias, pero los artistas ya no compartían reflectores con nadie.
En un buen circo no debe faltar nunca la fauna de acompañamiento: el PVEM y Nueva Alianza desempeñaron ese papel a la perfección. Nadie como ellos para desfilar acicalados y obedeciendo a cada paso a su domador. No tenían trucos complicados, pero hacían lo suficiente para hacer sobresalir a su amo.
Los hombres y mujeres invisibles predominaron en las funciones con actos monótonos y aburridos; por otro lado, los magos hicieron de las suyas: Convirtieron dos años de presentaciones en lujosas mansiones en barrios exclusivos, desaparecieron cuentas públicas, aparecieron nuevos impuestos e intercambiaron cuerpos… de delitos
Para la anécdota quedan las peripecias de algunos espectadores. Desde gayola se convirtieron en parte integral del circo. Su acto nunca estaba programado en las carteleras estelares de la función, pero ellos se las ingeniaban para ser parte fundamental del espectáculo. Los artistas se molestaban tanto, que varios tuvieron que salir cargados en brazos de los boleteros y depositados en las cuachas de los elefantes.
Unos días antes de terminar con las funciones. A los malabaristas se les ocurrió jugar con fuego. Casi queman la carpa. Provocaron algunos incendios no tan menores. Desde el show del PAN se animaron a presentarse con bolas de fuego abortista sin previo ensayo y los resultados no fueron muy agradables. Parte de la audiencia protesto de forma airada (y grafica).
Algunos tuvimos la fortuna de ver la magia del circo detrás del telón. Ahí donde las lentejuelas se pegan con engrudo y las plumas se endurecen con vaselina, donde el glamour de la función se pierde por los chasquidos de los látigos sobre las fieras. El circo es seductor, vivir en la carpa tiene una adrenalina especial. El olor a aserrín y palomitas no es fácil de olvidar. Tampoco es fácil entender lo que pasa detrás del telón para brindar una buena función. El circo ya se fue. No hubo desfile de despedida. El publico no lo va extrañar. Algunos artistas cambiaran de circo, otros se van a retirar y la gran mayoría buscara reinventar su acto.
Hoy, sobre las ruinas del circo del congreso algo se comienza a construir. Todavía no se sabe que se va levantar ahí. Ojalá no sea otro circo. Esperemos ver un verdadero teatro del pueblo erigido sobre esas ruinas.