Por: Juan B. Ordorica (@juanordorica)
El júbilo era enorme. En aquellos días de diciembre de 2017, La Legión de Los Mismos del panismo sinaloense explotaba en éxtasis. Su plan era perfecto. Tenían las candidaturas que ellos querían, las plurinominales que ellos querían y la alianza que ellos querían. Frotaban sus manos. Se cumplía el sueño máximo: tener a Héctor Melesio Cuén y su partido sensación, el PAS, haciendo el trabajo pesado por ellos. Era el negocio del siglo. Cuén tendría su preciado escaño en el Senado y La Legión de los Mismos se montarían en la locomotora de la estructura PAS-UAS para dejarse llevar a los nuevos paraísos del erario… Algo pasó.
En algún momento ambas partes suponían, al mismo tiempo, estar vendiendo espejitos a precio de oro a sus nuevos socios. Héctor Melesio Cuén gustoso entregó algunas plazas en candidaturas por la preciosa posición número uno del Senado por el Frente por México. La Legión de los Mismos compró el espejo y el espejismo de un PAS omnipresente, aceitado y aplanador.
Llegó el maremoto. Los espejos se derrumbaron. Sucumbieron a la ola devastadora de MORENA. Los espejos del Frente se hicieron añicos. En medio de una montaña de cristales rotos la otrora alianza ególatra y soberbia busca su reflejo entre las ruinas. Cuén es el primero en encontrarlo.
El exrector de la UAS siempre vivió en una casa de la risa. En un cuarto lleno de espejos que reflejaban lo que él quería ver y los más cercanos reafirmaban en las interpretaciones de las imágenes. La universidad siempre estuvo a sus órdenes, hasta que llegó un caudillo más grande que él. El moral de izquierda en la base universitaria del PAS, forjada en las luchas sociales de los 70´s y 80´s terminó por aflorar. El corporativismo era bueno en la UAS mientras la supervivencia estuviera en juego, mientras la espada represora colgara si contrapeso alguno. Los universitarios recordaron sus antiguos impulsos revolucionarios y abandonaron a Cuén a la suerte de su reciente compra: el espejo oxidado de La Legión de los Mismos.
Por otra parte, La Legión de los Mismos del PAN en Sinaloa, siguen sepultados por las miles de astillas de los espejos del PAS. Uno a uno, desde el norte hasta al sur, los candidatos que se adueñaron del PAN, comienzan a sacar la cabeza. Con su imagen distorsionada y un reflejo sin brillo regresan a sus antiguos feudos. Rotos, pero no destruidos, reclaman lo que siempre ha sido suyo: hoy, más que nunca, las migajas son banquetes.
Cuén nunca comprendió que el PAN es algo más que un puñado de los mismos que le juraban control total. El PAN necesita ciudadanos de socios para ser una opción electoral. El Frente despreció a los ciudadanos. En Culiacán ni una sola candidatura fue para este segmento de la sociedad. Manuel Clouthier capitalizó ese desprecio en su favor. No le alcanzó, pero hizo lo suficiente para dejar al exrector con un palmo de narices.
La Legión de los Mismos, por otro lado, cegada por el destello luminoso de los espejos de Cuén, tampoco comprendió que el PAS es un subproducto de la UAS. Los universitarios son disciplinados, pero su espíritu no podía ser separado de MORENA. En algún momento el idealismo iba ser superior al miedo. Vieron la oportunidad y la tomaron.
Al final, fue el PAN quien más votos dio a la alianza. El PAS se desfondó con transfusiones de votos a los archienemigos de Cuén. Los espejos no están en las paredes. En su lugar quedan las oscuras marcas del húmedo egoísmo de los antiguos coaligados. En sus rostros, Cuén y La Legión de los Mismos llevarán las marcas de uno de los peores negocios políticos en la historia electoral de Sinaloa.