Por: Juan B. Ordorica
En el 2015 publique una columna denunciando los abusos de Daniel Amador como líder moral del SNTE. Tres años después las cosas no han cambiado para nada. Por eso decidí retomar la columna de septiembre del 2015 y publicarla de nuevo. Juzgue usted, amigo lector….
Durante mi infancia crecí bajo el concepto que el magisterio tenía una especie de aura divina, que para ser maestro era necesario nacer con una serie de virtudes muy parecidas a las de Job: paciencia, disciplina, discreción y alta tolerancia a la frustración. Toda mi educación primaria estuvo a cargo de maestras, a las cuales guardo un profundo respeto y cariño. Había de todo…algunas muy severas, otras relajadas y complacientes, eso sí, todas con una vocación incebrantable – no recuerdo en los seis años de primaria, más allá de una decena de días que mis maestras faltaran a dar clases-.
Cantinflas fue otro individuo que ayudo a formar mi idea de lo que debe ser una vocación. La serie de películas de contenido social que realizo durante los años 70´s y 80´s –el padrecito, el profe, el doctorcito, el barrendero, etc-, tuvieron en mí una especie de acondicionamiento a la hora de interpretar una vocación. Las visitas al video centro para rentar las obras del mimo de México eran una experiencia muy agradable; de todas ellas, “EL PROFE”, es una de película que más recuerdo con nostalgia.
“El Profe” narra las aventuras de un maestro rural y las adversidades a las que se enfrenta a la hora de ejercer su profesión: escuela derruida, alumnos sin interés, padres de familia indolentes y la mayor de todas las desgracias del pueblo…un cacique dueño de los destinos de la educación. El cacique de la comunidad decidió convertir la escuela en cantina y dejar a los niños sin educación, pues el acceso a ella podía abrir los ojos a los campesinos y evitar que siguiera lucrando con su ignorancia. Al final de la película, la lucha del profe por imponerse al cacique da resultado; el pueblo termina con la escuela digna que todos merecían.
No estoy de acuerdo que todo tiempo pasado fue mejor –antes quemaban y desollaban a personas en la plaza pública por mero entretenimiento, al menos hoy, solo lo hacemos virtualmente- . Evocar el pasado de la educación de una época romántica no hace que nuestros niños puedan aspirar recibir una mejor preparación, sin embargo, lo curioso del tema yace en la permuta de los roles involucrados. Antes los profesores combatían a los caciques de la sociedad para poder llevar la luz de la educación a los infantes. Eran una especie de apóstoles del saber con las vocales y los números bajo el brazo para evangelizar a la población. Hoy las cosas han cambiado. Es la sociedad quien está combatiendo a los caciques refugiados en los congresos disfrazados de maestros.
Las fiestas de despilfarro en el pueblo corrían a cargo del sátrapa de la comunidad. El profesor se erguía incólume, en aquél entonces, como una voz crítica ante el derroche vacuo del todo poderoso. Intentaba llamar a la cordura y pedir un poco de aquél recurso para mejorar las condiciones de las escuelas. El profesor se convirtió en cacique y sus hijos con él.
Daniel Amador necesita con urgencia buscar las películas de Cantinfalas, someterse a la terapia Ludovico y reprogramar sus convicciones. El sindicato no sólo está matando la vocación, está convirtiendo a sus dirigentes en los nefastos de la película. El profe Amador entendió mal los roles. Que alguien le explique que sus excesos destruyen el espíritu de servicio de toda una profesión. Tal vez a Don Daniel no le gustaba Cantiflas, y secretamente quiere destruir el legado del Mimo entregándose a los placeres del cacique y los abrazos de los políticos cómplices de esta inmoralidad.
Los caciques son iguales. No importa el lugar que ocupen en la historia. Los caciques son enemigos de la educación y de la niñez. El SNTE 53, sus líderes formales y morales son una monstruosidad. Tendremos que revivirá a Cantinflas para que alguien sea digno de enfrentar esas vergüenzas. Nadie como Amador para ser el villano perfecto de nuestra comedia trágica sindical.