Alejandro «Alito» Moreno, exgobernador de Campeche, ha dado un paso importante en su carrera política al registrarse oficialmente para buscar la reelección como presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Este registro fue realizado ante la Comisión Nacional de Procesos Internos, lo que marca el inicio de un nuevo capítulo en su liderazgo. Sin embargo, su camino no es sencillo, ya que enfrenta varios desafíos, incluyendo señalamientos de enriquecimiento inexplicable y un creciente descontento interno dentro de su partido.
Un Mensaje de Determinación
En su discurso posterior al registro, Moreno lanzó un mensaje claro y contundente a quienes ha catalogado como traidores del partido. Afirmó con firmeza que «el PRI es una gran institución» y que es fundamental exponer a quienes cometen delitos y no respetan la ley. Este llamado busca reforzar la imagen del PRI, alejándolo de las malas acciones de algunos de sus miembros. Moreno subrayó que «el PRI no puede cargar con los errores del pasado de otros», lo que refleja su intención de desmarcarse de las controversias que han afectado al partido en el pasado.
Transformación y Crítica Interna
Otro punto clave en el discurso de Moreno fue la necesidad de transformar al PRI en un espacio donde se practique una crítica severa hacia actos que no se alinean con los valores del partido. Esta perspectiva es crucial para reconstruir la confianza tanto dentro como fuera de la institución. La reelección de Moreno también simboliza una lucha por el futuro del PRI, en la que se reflejan dos visiones diferentes sobre el rumbo que debe tomar el partido.
Competencia Interna por la Presidencia
Moreno no solo debe enfrentar sus propios retos, sino que también se encuentra en medio de una contienda interna por la dirigencia del PRI. Sus contrincantes, Lorena Piñón Rivera y Cuauhtémoc Betanzos Terroba, también se han registrado para la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN). Esta competencia no solo resalta la lucha de Moreno por mantenerse al mando, sino que también representa la batalla entre dos proyectos distintos dentro del partido, lo que podría definir el futuro del PRI en los próximos años. La elección interna promete ser intensa, y el resultado podría tener repercusiones significativas en la política mexicana.