El 9 de noviembre es una fecha indeleble de la historia de Alemania en el siglo XX, tanto para lo bueno como para lo malo. Ese día abdicó el káiser, se vivió la terrible Noche de los Cristales Rotos y cayó el Muro de Berlín.
En noviembre de 1918 en Alemania reinaba un clima revolucionario. Se acercaba su derrota en la Primera Guerra Mundial.
El emperador Guillermo II, en el poder desde 1888, se vio confrontado a un motín en la Marina y a la instauración en todo el país de consejos de obreros. Abdicó el 9 de noviembre.
«¡Viva la República alemana!». Ese día el socialdemócrata Philipp Scheidemann anunció desde el balcón del Reichstag en Berlín el nacimiento de lo que se convertiría en la República de Weimar.
El 9 de noviembre de 1923 Adolf Hitler, a la cabeza del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y partidarios suyos, como Heinrich Himmler, Hermann Göring y Rudolf Hess, intentaron tomar el poder mediante un golpe de Estado que comenzó en una cervecería de Múnich.
Hitler se subió a una silla y disparó al techo antes de proclamar el final del «gobierno de los criminales de noviembre», un término utilizado por los detractores del Armisticio. La policía y los militares abortaron esta intentona golpista.
El 9 de noviembre de 1989 se produjo casi accidentalmente la caída del Muro levantado en 1961 y convertido en el símbolo de la Guerra Fría entre occidentales y soviéticos (AFP).